Antes de la invasión de los coches, a partir de los años 50 del siglo pasado, las calles eran básicamente espacios de convivencia en los que discurría buena parte de la vida colectiva y los contactos entre la gente. La ciudad combinaba funciones comerciales, residenciales y hasta industriales sin generar conflictos.
Posteriormente, las ciudades fueron inundándose de coches, incluso en el caso de aquellos espacios históricos que no habían sido concebidos para la utilización de automóviles. Los coches comenzaron a invadir las calles y las plazas, convirtiéndolas en lugares de paso y en garajes al aire libre (derecho a aparcar).
Cuando alguien compra un coche, no está adquiriendo el derecho a privatizar un trozo de calle, un espacio necesario para todas y todos e imprescindible para llevar a cabo actividades como pasear, trasladarse, comprar o desarrollar cualquier interacción en el espacio urbano.
Impulso económico
La ciudad sin coches resulta mucho más rentable para el fomento de la actividad económica, ya que permite acceder con comodidad a todas partes, dar visibilidad a los escaparates, instalar veladoras en la calle o gozar de un ambiente más sano y agradable. Esto impulsa el desarrollo de la economía terciaria (comercial y de servicios), aunque estos efectos no resultan evidentes, al menos en principio, para todos los ciudadanos.
Son muchos los empresarios y profesionales que en un primer momento se posesionaron en contra del modelo peatonal y hoy defienden esta forma de movilidad como la más adecuada para la ciudad. Hay muchos comerciantes en las calles de la capital que no están dentro del circuito peatonal y que reclaman la peatonalización y el calmado de tráfico en su zona, a fin de que aumente su calidad de vida y sea posible la modernización de su negocio.
Eventos y fiestas
Un espacio público básicamente peatonal como el de Pontevedra hace posible la celebración constante de fiestas y diversos eventos, fáciles de organizar en las zonas tan amplias que han sido devueltas a la ciudadanía para su disfrute, que ayudan a visibilizar la economía de servicios acercando a gran cantidad de público al centro de la ciudad.
Estos eventos no representan cambios traumáticos para la movilidad y el funcionamiento de la ciudad, aunque puedan llegar a ser tan intensos como la Feria Franca, las fiestas de la Peregrina o cualquier campeonato deportivo internacional de los que suelen celebrarse en Pontevedra.
Cada vez más espacio
Lograr la recuperación del espacio público ha sido un trabajo progresivo desde el año 1999, momento en el que comienza la transformación peatonal de un Centro Histórico en el que aparcaban hasta 500 coches al día, impidiendo el desarrollo de cualquier tipo de actividad y aumentando el peligro de convertir la zona en un lugar marginal.
Con el tiempo, han ido integrándose en las áreas peatonalizadas espacios centrales de actividad comercial, expandiéndose como una mancha de aceite. Paralelamente, se han llevado a cabo transformaciones en los ejes de comunicación básicos que conectan el centro de la ciudad con las estaciones de transporte público o con el río Lérez. Asimismo, se ha conseguido reorganizar la movilidad, liberando de vehículos diversas zonas para devolvérselas a la ciudadanía.
¿Cómo es cada calle?
La tónica general nos indica que las calles más estrechas han sido peatonalizadas en su totalidad. Las que medían entre 8 y 10 m de ancho, se han dotado de plataforma única con régimen peatonal y tráficos a motor únicamente para servicios. Aquellas con una anchura comprendida entre los 10 y los 14 m disponen de un carril de circulación, aceras amplias y otro carril con aparcamientos limitados temporalmente que promueven la economía terciaria. Por último, las calles de más de 14 m de ancho reparten equitativamente los espacios entre los peatones y los vehículos: aceras muy amplias, carriles de estacionamiento y de servicios, además de dos carriles de circulación.